El paciente anémico febril suele presentar palidez, cansancio, fatiga, tendencia al sueño, incremento de la hiporexia, palpitaciones, cefalea leve a moderada, nauseas, taquicardia, y en algunos casos, especialmente adolescentes, soplo cardiaco. Luego de uno a dos días de presentar el cuadro anémico aparece ictericia, que suele ser leve en la mayor parte de casos. En este estado, aunque se ha observado casos de remisión espontánea, si no ha recibido tratamiento progresa a un deterioro clínico, presentando signos de una respuesta inflamatoria sistémica marcada, observándose la presencia de criterios extendidos de sépsis.
Progresivamente se evidencia trastornos funcionales de múltiples órganos y sistemas, hasta llegar a la disfunción multiorgánica, shock y muerte. En este periodo en numerosos casos se demuestran una o más infecciones asociadas, siendo una constante una evolución más tórpida y grave en estos pacientes. Por el contrario, en aquellos que no se logra identificar coinfecciones, su evolución es más favorable. Las infecciones concomitantes, son variables según lugar de residencia. Así, en Ancash se ha observado frecuentemente ricketsiosis, mientras que en Cajamarca se ha encontrado con mayor frecuencia leptospirosis.
Afortunadamente, la gran mayoría de casos son oligosintomáticos o de severidad moderada, ambos con buena respuesta a los antimicrobianos. Se ha observado incluso que una proporción considerable, aún sin recibir antibioticoterapía, remiten su cuadro agudo. Se ha observado que aproximadamente el 51 % de casos son manejados en casa y 38 % por personal de salud. Más o menos el 11 % de casos presentan sintomatología aguda evidente, y sólo el 5 % necesita ser hospitalizado. Mucho de lo que hasta ahora se conoce en relación a la clínica de la enfermedad proviene del estudio de este pequeño grupo. Al parecer, el curso clínico que la enfermedad tomará, probablemente depende mucho de la respuesta inmunológica del paciente.
En efecto, en un estudio piloto sobre inmunidad en la forma aguda (2005) se ha encontrado que en los casos severos existe un patrón de citoquinas compatibles con el de una sepsis en sus diferentes momentos evolutivos. Este hallazgo corrobora el criterio clínico que un grupo de profesionales desarrollan durante la experiencia del brote epidémico del 2003 – 2005. Definitivamente, en los casos graves, el cuadro clínico predominante es el síndrome séptico. Asumir que se enfrenta una sépsis ha permitido cambiar las estrategias terapéuticas: antibioticoterapia precoz, combinada y de amplio espectro, tratamiento de soporte pulmonar, renal, gástrico y hemodinámico. Los resultados se expresan en la drástica reducción de la mortalidad.
Para los casos agudos, por muchos años se ha utilizado el cloranfenicol, por la coinfección con salmonelosis, especialmente fiebre tifoidea. Sin embargo, en reiteradas oportunidades se ha observado el fracaso clínico y microbiológico con este fármaco. Se estima que el 50 % de tratados con cloranfenicol cursan con recaídas en forma aguda o aparición de la forma crónica verrucosa. Es por ello, que sustentada en estudios aislados de sensibilidad microbiológica con escasas cepas, y en concordancia al juicio clínico de médicos expertos en el tema, se ha introducido nuevos fármacos como quinolonas (ciprofloxacino), betalactámicos (amoxicilina, amox/acido-clavulamico, ceftriaxona), y macrólidos (azitromicina). Estudios recientes vienen demostrando que la B. bacilliformis sería resistente a las quinolonas. De los varios miles de casos tratados con este fármaco, se ha observado que el cuadro clínico empieza a remitir luego de 72 horas de tratamiento (con cloranfenicol se veía una respuesta espectacular a las 48 horas), y ha sido necesario ampliar el tiempo de terapia antibiótica de 10 a 14 días; no obstante, sólo en muy pocos casos (menos del 1%) se ha tenido fracaso clínico obligando a cambiar de antimicrobiano.
Luego de remitir los principales problemas clínicos de la forma aguda, es decir la fiebre, anemia, ictericia, trastornos de los diferentes órganos y sistemas, la mayor proporción de pacientes presenta mejoría completa al término de la tercera a cuarta semana de enfermedad. Sin embargo, en una muestra aproximada de 60 pacientes se realizó un seguimiento hasta por 24 meses, encontrándose en mucho de ellos signos y síntomas relacionados a fase aguda, por todo el tiempo de observación, incluso con persistencia microbiológica en algunos de ellos. También existe el reporte de artritis reactiva pos infección por B. bacilliformis.
Hasta hace pocos años, con o sin tratamiento (con cloranfenicol), hasta el 50 % de pacientes que cursaron con la forma aguda sintomática, luego de 2 a 4 meses presentan la forma crónica verrucosa. Con el uso de ciprofloxacino por 14 días esta proporción ha disminuido drásticamente.
Las verrugas, en la mayor parte de casos inician con pequeñas lesiones papulares, eritomatosas, levemente pruriginosas, indoloras, distribuidas primordialmente en miembros inferiores, aunque pueden estar presentes en todo la superficie corporal, incluido las mucosas visibles como boca, fosas nasales, conjuntiva ocular. Luego de 3 a 5 días las lesiones se tornan de color rojo vinoso, posteriormente marrones y hacia la segunda semana se necrosan formando un delgada cicatriz negrusca y finalmente caen y desaparecen sin dejar cicatriz. Pueden coexistir verrugas en diferentes estadios de evolución. El tamaño de las lesiones pueden ser desde puntiformes, casi imperceptibles y muy numerosas, hasta lesiones tumorales de 2 a 3 cm de diámetro y 1 a 2 cm de altura. También existe de la forma de nódulos subcutáneos con localización predominante en los codos y rodillas, aunque igualmente se pueden encontrar en diferentes partes del cuerpo. El tamaño de estos nódulos van desde medio centímetro hasta 3 a 4 cm de diámetro, y se caracterizan por ser móviles, consistencia semidura, superficie liza, indoloros y sin signos de inflamación. Hasta en el 60 % de casos se acompañan signos y síntomas asociados como malestar general, hiporexia, astenia, artralgias de leves a moderada intensidad. Una menor proporción presentan febrículas, anemia. Las verrugas pueden sobreinfectarse, especialmente debido al rascado, y en este caso si puede dejar marcas cicatriciales en la piel.
El tratamiento con antimicrobianos acorta el tiempo de involución de las verrugas, pudiendo observarse mejoría completa al termino de tres semanas de terapia. En los casos no tratados las lesiones desaparecen generalmente recién después de la cuarta a sexta semana. Por muchos años se ha venido utilizando la Rifampicina por dos semanas, y a partir de principios de esta década por tres semanas, con mejores resultados. A partir del 2006 se formaliza la Azitromicina como el antimicrobiano de elección para la forma verrucosa de la enfermedad de Carrión. Un ensayo clínico desarrollado en Caraz durante los años 2001 al 2003, se ha encontrado que Rifampicina por 3 semanas, tiene el mismo resultado que azitromicina con una cobertura por tres semanas.
De lo descrito has aquí acerca del cuadro clínico de la Enfermedad de Carrión, se pueden desprender muchas interrogantes, desde la transmisión de la enfermedad, pasando por el cuadro clínico y terminando en esquemas de terapia eficaz. Resolver las interrogantes va significar aportes concretos en la mejor comprensión de la enfermedad y tener mejor posibilidades de controlarlo, evitando la carga de mortalidad y morbilidad que tienen durante los brotes epidémicos que suelen presentarse.