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DÍA DE LA MEDICINA PERUANA

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10/02/2009

UN DÍA COMO HOY: Viernes 02 de Octubre de 1885

Diario de Daniel A, Carrión

Por la mañana 37º (115 p.) Continúan acentuándose los síntomas anteriores, la posición vertical de la cabeza es ya insostenible, pues inmediatamente sobreviene un fuerte vértigo que le hace abandonarla. Durante el día ha tenido dos deposiciones copiosas y negruzcas; por la tarde un vómito. La lengua está seca y áspera, acusa una sed devoradora.

En la noche manifiesta dolores en el hígado, riñones y región precordial. Pulso frecuente, pequeño, blando y depresible. Le molesta grandemente el soplo carotídeo que percibe con mucha claridad. El aspecto de la piel, así como la fisonomía particular que ofrece nuestro enfermo, es notable. Además de la sequedad y palidez extrema de la primera se observa un tinte subictérico que unido á su aspecto árido y terroso, le imprimen una gran semejanza, con el que frecuentemente se observa en los enfermos atacados de pirexias infecciosas. Las mucosas y especialmente la gingibo labial completamente descoloridas, semejándose en mucho al color de la cera. El rostro desencajado, los ojos hundidos y rodeados de un círculo negruzco, las mejillas y sienes, completamente deprimidas, la nariz afilada y los pabellones auriculares casi transparentes; ya en su mirada no se nota la penetración y vivacidad que antes le distinguían, manifestándose ahora sombría y como velada; su voz, aún cuando animada todavía por momentos ó tratándose de su enfermedad, ha perdido también la animosidad y entusiasmo de antes.

Con todo, no son bastantes para doblegar su voluntad, ni lo minado de su organismo, ni la gravedad del mal, ni el amor filial, pues se encuentra separado de su madre que se halla también enferma; nada de esto, decimos, es bastante para abatir la serena tranquilidad de esta alma que halla fuerza en su misma debilidad, para oponerse a los peligros que le amenazan, brindándole la ocasión de comprobar la verdad de sus convicciones y mostrarse cada vez más satisfecho de su obra.

En la mañana de hoy, momentos antes de tomar su alimento, notando seguramente la gran debilidad e imposibilidad en que se encontraba para mantenerse sentado por algún tiempo nos dijo: “hasta hoy había creído que me encontraba tan solo en la invasión de la verruga, como consecuencia de mi inoculación, es decir, en aquel periodo anemizante que precede a la erupción; pero ahora me encuentro firmemente persuadido de que estoy atacado de la fiebre de que murió nuestro amigo Orihuela; he aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga reconocen el mismo origen, como una vez le oí decir al Dr. Alarco”.

Vanos fueron nuestros esfuerzos para disuadirle de su fundada creencia y por más que nos esforzamos en probarle de que los síntomas que presentaba estaban muy lejos de ser los de la citada fiebre, solo obtuvo nuestra argumentación la siguiente respuesta: “les doy a Uds. las gracias por su deseo y siento decirles no conseguirán convencerme de que la enfermedad que hoy me acosa no sea la fiebre de la Oroya; no me arredra la muerte, pues tengo bastante confianza en que los cuidados de Uds. unidos á la asidua asistencia que los médicos me prodigan, sean suficientes para salvarme.”

Se ha presentado una tos ligera; la voz un poco más apagada que antes, lo que atribuye á un poco de helados que tomó hace un instante. La secreción de la orina, que hasta hoy no ha presentado nada de notable, se verifica en pequeñas cantidades, no existiendo ni dolor, ni retención, pues la sonda que á exigencia suya hubo de pasársele dio apenas salida á 4 ó 5 gramos de líquido. Lo notable de todo esto, es que el enfermo acusa necesidades frecuentes de orinar, molestándose bastante cuando ve que arroja tan corta cantidad; atribuyéndolo á una parálisis principiante solicita con insistencia nuez vómica.

Durante la noche hemos podido observar una amnesia verbal de la siguiente forma: cuando á consecuencia de alguna necesidad nos llama, trata como es natural, de explicarnos lo que desea y otras veces lo que siente; pero después de algunas palabras se detiene, por no recordar según dice, la palabra ó palabras que corresponden á la idea. Se desespera y entonces exclama: “no sé por qué me he vuelto tan torpe, pues no puedo ni explicarme”. Ha tenido un vómito y dos deposiciones. El sueño ha sido por demás intranquilo y agitado, no ha podido conciliarlo en el transcurso de esta noche por más de media hora seguida.
Por la mañana, tuvo lugar una junta, compuesta de los Drs. Villar, Macedo y Chávez, que dio por resultado el tratamiento siguiente:
Clorato potasa ………………………….. 4 gramos
Agua …………………………............... 500 “
Tint, percl. Fierro ………………………. 8 “
Acido clorhídrico ……………………….. 10 gotas.
Una copita cada dos horas.
Inhalaciones de oxígeno, [30 litros diarios].
Pulverizaciones de ácido fénico en la habitación.
Régimen alimenticio, el mismo que en el día anterior y además jugo de carne y leche.

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